sábado, 2 de febrero de 2008

El Orfanato: Un macabro Peter Pan

No hay nada más reconfortante que las sorpresas agradables. Despertarte y oler que en tu casa hicieron panquecas para el desayuno... encontrarte un billetote en una chaqueta que hace tiempo que no te ponías... que te manden a hacer alguna tarea en tu trabajo y descubras que ya estaba hecha... Y en mi lista personal, está ir al cine sin ninguna expectativa, e inesperadamente encontrarme con una verdadera obra de arte en la pantalla.

Y exactamente eso fue lo que me ocurrió a mi con El Orfanato. Spicemoon y yo, en un fin de semana donde la cartelera estaba bastante desabrida, no nos decidíamos entre esa y Puras Joyitas, y al final optamos por la española. No nos critiquen por darle la espalda esa tarde al cine venezolano porque ya la veremos después.

Debo confesar que no sabía nada del director de esta película, un tipo llamado Juan Antonio Bayona. Resulta ser que este catalán de 32 años tiene una trayectoria bastante larga dirigiendo videoclips musicales de bandas españolas, algunos para el archiconocido dueto de canaritas Ella Baila Sola, y El Orfanato es su primer largometraje. Creo sin embargo que, para ser experto en películas cortas, se ha trasladado a la pantalla grande con una maestría que sorprende. El ritmo que aplicó a la película fue envolvente, casi biorrítmico. Sopor denso que se iba hirviendo a fuego lento, como en baño de maría. Hay que ser muy hábil para arrancar reacciones como las que experimenté y vi en el público de la sala de cine. Habrá que conseguir y ver sus dos aclamados cortometrajes, Mis Vacaciones y El Hombre Esponja.

A Belén Rueda no la había visto nunca tampoco. Se que actuó junto con Javier Bardem en Mar Adentro, pero esa película no la quise ver, porque no soy fan de las historias de enfermedades largas y penosas. Aquí hace el papel de Laura, una mujer que desea retribuirle al mundo la buena fortuna que tuvo al comienzo de su vida con la más grande de las buenas acciones: reabrir el orfanatorio en el que ella vivió antes de ser adoptada. Creo que la trama, y los acontecimientos que sobregcogen a Laura a lo largo de ella lograron manifestar el verdadero rostro del desasosiego a través de las facciones de Rueda.

Laura, por supuesto, aspiraba iniciar esa nueva vida en compañía de su marido Carlos, interpretado por Fernando Cayo, y de su hijo Simón. Cayo logra imprimirle al papel de Carlos lo que el guión supone del personaje: un compañero de vida que desea, más que nada, honrar el juramento de "en lo bueno y en lo malo" sostenido en quién sabe qué iglesia o prefectura. Sin embargo, y a pesar de que son lejanos, los límites existen para el esposo de Laura, y quién podría culparlo dada la sobrenatural situación a la que este creyente de closet se ve sometido.

Intervienen a lo largo de El Orfanato una serie de personajes que dan piso a los protagonistas para mascullar sus propios y oscuros sentimientos, sin hacer más escándalo del necesario. Me sorprendió como a muchos la presencia de Edgar Vivar, el sempiterno Señor Barriga, que hoy en día es mucho más barriga que señor. Salvo un par de detalles que yo ni siquiera aprecié al momento de verla, y recordé después que otra persona me los señalara, me parece que hizo un esfuerzo notable porque su papel se tomara en serio. De Geraldine Chaplin me cuesta decir qué pienso realmente, porque la expresión de su rostro y el contraste con las cosas que su personaje dice y hace son un rompecabezas que requiere algo de tiempo para armar, como en la mayoría de los papeles que le han tocado.

Merece una mención especial Roger Príncep, el niño que se adueñó del rol de Simón. El hijo de Laura, a pesar de celebrar cada uno de sus juegos infantiles con la naturalidad propia de sus años, tenía una gran madurez para enfrentarse a las verdades de su existencia, y su calma al respecto sólo se rompía por la desesperanza de no sentirse creído por su madre. Esto habla aún mejor de Roger como actor, un talento que muchos actores adultos no poseen. Estoy seguro que eso debe haber hecho las delicias de Guillermo del Toro, productor de esta cinta, que como ya sabemos tiene una peculiar obsesión con temas que involucran a niños de cruel destino.

¿Cómo es que las mejores intenciones se pervierten en tragedias tan terribles? Esa es la pregunta que muchas almas nobles del mundo se hacen una y otra vez, y que son el centro de El Orfanato. Uno de los lugares más comunes es decir que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Y es verdad. Alguien puede querer ser el mejor padre del mundo; cariñoso, no demasiado consentidor, estricto cuando hay que serlo... y sin embargo enceguecerse ante las cosas obvias que sus hijos necesitan. Y esas son equivocaciones que se pueden terminar pagando con toda una vida de castigo. O quizás incluso después de la vida, con toda una eternidad por delante para reflexionar sobre cuan distinto pudo ser todo.

Mi puntaje: Cinco estrellas de cinco.

Si te gustó esta película, podrías ver: El Laberinto del Fauno y El Espinazo del Diablo, del ya mencionado del Toro.

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